Thursday 13 October 2011

Apología de Barcelona

Odio esta ciudad. Y lo hago con todas y cada una de mis fuerzas en días como hoy en los que me levanto cansado y, habiendo dormido tan solo 6 horas, me paso la mañana, el mediodía y la tarde en la universidad. Más aún cuando el soleado jueves de octubre se nubla y todo se llena de ese vaho tan característico, esa humedad relativa y ese fresquillo que no es tal y que, a la mínima que te muevas de donde estás, se convierte en un sudor francamente desagradable. Odio Barcelona y su aire tan y tan contaminado, lleno de polen, lleno de polvo. Las estaciones del bicing siempre están vacías para coger y llenas para aparcar. Es ley de vida: en esta ciudad no se puede tener prisa, ni se puede dar largos paseos para llegar, relajadamente a casa. No. Esta ciudad te exprime y contamina hasta tu última gota de sangre, por eso solo dono en Palma. Odio esta ciudad por su insufrible manera de amargarme días sin motivo alguno, sin que lo sepa. Incluso cuando, en el día, han sido más las sonrisas que los reproches y las únicas lágrimas son fruto de cortar cebolla. Odio Barcelona, aun cuando la amo.