Wednesday, 13 July 2016

De buenro.

Si la vida fuese un anuncio de Estrella Damm, musicalizado, con luz, con sol, amigos y alegría, tendría escenas como las de este fin de semana. Un fin de semana inesperado en las Ardenas bajo el inusual sol y calor belga. De ruta por el bosque, de canciones junto al fuego, chapuzón en el río Ourthe y de buenos momentos en general.

Éste, se une a la colección de mi mitología particular con el verano, la primavera y los buenos momentos en general, como aquel día en Selva de Mar en el que conseguí subirme a un árbol, la mítica pizza y caña en Porreres por Sant Roc antes de Manel, las tardes de ping-pong, el concierto de Jorge Drexler en el Castell de Bellver, mi primer verano en Barcelona, un viaje maravilloso en el Pintor Fortuny, los ya muy lejanos veranos en el carrer de Neptú que he ido evocando sucesivamente (aquí, aquí y aquí) y los más recientes en Es Carregador, una tarde entera en el Parque de Wolvendael jugando a un juego extraño alemán, un día entre Girona, Sobrànigues y la playa, el kayak en la Lesse o el chapuzón en el Danubio.

Y cuando lo empiezo a pensar, me vienen más y más recuerdos, más y más caras amables, a menudo morenas del sol, pero también rojas. Recuerdo sonrisas, cañas, copas, helados, conversaciones y momentos de silencio, timbas de cartas, chapuzones y libros y me digo que tanta suerte de seguir teniendo veranos y primaveras, pero también otoños e inviernos que aspiran a serlo, a formar parte de esa colección de buenos momentos, de buena música, de buena compañía y de buena comida al sol y, por qué no, a la lluvia. Y ¡qué bien!