Tuesday, 25 May 2010

Maastricht.

Y, sin ser, en absoluto, comparable a todos los otros, Maastricht todavía no tenía reflexión propia. Porque había dejado que pasaran los días y que los trabajos me abstrayeran, y que saliera el sol y todo lo demás sin que hubiera reflexión. Porque Maastricht tiene un significado propio que no tienen Poznan, Nueva York, Boston o París. Maastricht es, obviamente, Maastricht y eso lo explica casi todo.

Maria dice que nos hacemos mayores. No sé hasta qué punto estoy en condiciones de discrepar, porque, en el fondo –y en el principio– estoy totalmente de acuerdo. Mientras tanto, sonrío y lloro y pienso que, afortunadamente, el sol vuelve a brillar, que en París no lo hará y que en Viena está lloviendo. Con todo, soy consciente de las implicaciones de este hecho, de mis ausencias y mis menos, pero también de los más.

Me doy cuenta que si no escribo es porque no pienso en ello, porque, la verdad, llevaba pensando demasiado en cómo escribir todo esto, en qué pensar de todo y en que, en cierto modo, mi única voluntad de escribir se resumía en un post-it en la pared con una frase que todavía no sé cómo meterla en este texto.

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