Tuesday, 6 December 2016

140

Desde que empezó el año que justo ahora estamos terminando que no he parado quieto. De aquí para allá todo el día. Entre trabajo y razones personales, a final de año habré pasado alrededor de 140 días del 2016 fuera de casa y el porcentaje sube si solo miro los fines de semana. Y, aunque disfruto enormemente de viajar, de volver a Palma y estar con la familia y los amigos, de conocer nuevas realidades, de estar en contacto con concejales y técnicos municipales, tomar cafés en ciudades extrañas o pasear por otros paisajes, la verdad es que lo que acabo echando en falta cosas muy sencillas como el tiempo para poner una lavadora, tener pan para desayunar al día siguiente y poder hacer la cena tranquilamente con música de fondo.

Es curioso lo feliz y tranquilo que he estado esta tarde cortando cebollas, puerros, patatas, champiñones y calabaza, poniendo la olla exprés y leyendo algún articulillo mientras tanto. Así de sencillo soy yo, que la semana que viene me voy a China y yo estoy pensando en que echo en falta pasar tiempo suficiente en un mismo sitio para poder tener el lujo de perder una mañana entera de sábado durmiendo, para improvisar una quedada con amigos sin tener que calendarizarlo todo, para poder dejar de poner excusas para todo y para sentir que vivo en alguna ciudad -la que sea- y no en un punto entre estaciones y aeropuertos.

Es posible que me queje de vicio y que muchos darían un riñón para estar en mi situación. Yo, sin embargo, de cada vez aprecio más las rutinas, el tener tiempo para compartirlo con otros. Así que ahora que está acabando el año -y con él mis fuerzas-, tengo un propósito para el 2017: viajar menos.

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