Wednesday 16 December 2009

Golden Brown.

Vuelvo al té rojo, como quien dice volver a un mal hábito, como sin darme cuenta que, en esencia, no es tanto el té, sino más bien el olor y el momento. Y aquí, en la cocina, con el constante sonido de la caldera, la música apagada –que no sé por qué no está encendida– y el té. Me digo y me repito que, con suerte, todavía me quedan muchos meses de este disfrute, porque los exámenes, bueno, ahí están y no negaré que estar aquí no sea un disfrute, como también lo es pensar que el sábado vuelvo a casa o que este verano sí o sí hay planes y dinero para realizarlos, que para algo llevamos tanto tiempo ahorrando, para realizarlos incluso en otro continente y otro hemisferio.

Mira que no soy de esos que suelo hacer apología de la felicidad, que suelo decir que prefiero vivirla, pero, en el fondo de todos los fondos, sé que sí que hay un regusto de felicidad y que tampoco lo he pasado tan mal esta semana pasada porque, entre otras cosas, de todo ya hace dos semanas –y sigo hablando de la semana pasada–.

A todo esto, el té se enfría, la música vuelve a sonar y por abrir la barra y comer la punta, me he quedado ya sólo con la mitad de la baguette que había comprado para la cena y el desayuno de mañana. Nevar, lo que se dice nevar, no nieva, aunque hace un frío que me ha hecho replantearme eso de ir a correr lunes, martes y miércoles, veremos el jueves.

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