Esas noches en las que, al parecer, no tienes hambre y que te obligas, pasadas ya las once a cocinarte algo, a cenar, no vaya a ser que o no sea caso que, y lo haces, a desgana, cansado, perezoso y pensando que 1) tardarás más de lo previsto en cocinar, te acostarás tardísimo; 2) si total, podrías acostarte directamente, sin cenar y 3) que estarás demasiado lleno para acostarte directamente. Y bien, cenas -o al menos yo lo hago- y te esperas un tiempo prudencial para acostarte. Evidentemente, te entra el hambre después de haber cenado cuando, justo antes, estabas la mar de bien. Pues olé.
No comments:
Post a Comment