Sunday 22 November 2015

Alarma. NO.

Alarma. NO. Alerta nivel 4, alerta máxima, riesgo inminente de atentado, y así todos los apelativos que le quieran poner durante, por lo menos, un día más. Mañana lunes no habrá metro ni premetro, no abrirán los colegios, ni los mercados ni las piscinas. Imagino que las comunas seguirán recomendando tener los negocios cerrados y quizás incluso permanecer en casa. Algunos amigos no trabajan, otros no lo saben, yo supongo que debería decidir si haré teleworking -y doy crédito a esta histeria colectiva- o voy al trabajo. El martes, ya veremos. Quizás no pasa nada y se tiene que mantener la alerta, quizás sí que pase algo y se rebaje la alerta. Pero claro, como no sabemos y quizás nadie sabe, pues estamos a la expectativa.

¿Haremos la conferencia del martes? No lo sabemos. ¿Abrirán los supermercados? No lo sabemos. ¿Saldrá el sol? Seguro que no. Y no es que critique la decisión del OCAM, pero crear un estado de histeria generalizada del que es difícil salir sin que haya detenciones de por medio, quizás no es lo mejor. Quizás, solo quizás. Y reconozco la dificultad de las decisiones porque, ¿cómo reduces el riesgo potencial y, a la vez, evitas el pánico? Pero, lo que es más difícil, ¿cómo reduces el riesgo potencial y, a la vez, mantienes la vida diaria?

Y ahora, tras las seis detenciones y el escape del séptimo, ¿cómo está la cosa? ¿Sigue todo igual? ¿Cambia algo? Pues no lo sé, pero aquí estamos tranquilos. Esta mañana he estado limpiando a ritmo de guajira, esta tarde de poco se me lleva por delante un coche cuando iba en bici -y este es el mayor riesgo para mi integridad aquí en Bruselas- y ahora llevo un buen rato charlando con Borja mientras comentamos los gatitos de Bruselas, la alarma, la histeria, el trabajo o no-trabajo de mañana. Mientras el módem se apaga y las luces se ponen rojas y mientras me digo que qué cantidad de trabajo tengo mañana -como cada lunes-.

A todo esto, en mi paseo en bici, todo era como cualquier domingo por la tarde, salvo porque los carrefours express estaban cerrados. Los bares y restaurantes de Saint-Boniface estaban abiertos, los restaurantes africanos de Matongé también, la estación de Luxemburgo desierta, la luz del Parlamento Europeo encendida, pero cerrado, vacío y preparado para la enésima sesión de Estrasburgo del año. Los snack-bar de Plux cerrados, igual que todo el barrio europeo. Rue de la Loi y Beliard llenas de coches en una autopista urbana que no desaparece ni en alerta 4. Schuman desierto, algunos funcionarios trabajando en el Berlaymont y en Justus Lipsius. En el barrio europeo, a pesar de la alerta 4, el nivel naranja o lo que sea, es un domingo normal y corriente del urbanismo absurdo de barrios-oficinas desiertos.

Yo estoy bien, tengo comida y el miércoles me voy a Barcelona. Gracias.

1 comment:

Françoise Ramón Gorlero said...

Interesante tu post, Ferran!