Thursday, 3 March 2011

3 del 3.

Creo que la leche se me ha vuelto a pasar, aunque voy a hacer un esfuerzo para probarla y, de paso, desayunar algo que, a pesar de que ya sea tarde, hay que continuar con los buenos hábitos recién adquiridos para afrontar con fuerzas todo el día soleado que tengo por delante. Porque me empeño en escribir, de una vez por todas, una mierda de post del tirón, incluso a sabiendas de que esto me va a costar llegar tarde a Père Lachaise que, como no me canso de recordárselo a Cristina, está en la otra punta de París, casi en Banlieue, a 37 minutos según la RATP.

Ahora, me afirmo que el post va a ser breve, que no me puedo permitir el lujo de ir afirmando sin ningún tipo problema moral que los estereotipos relativos a los españoles y al hecho de llegar tarde son ciertos. Respecto al día, hoy llevo gafas de sol.

Wednesday, 2 March 2011

2.marzo

Un día soleado y frío para aquellos que se han levantado demasiado pronto, para los que, como yo, se han desvelado con las penúltimas sombras de la madrugada y, a fuerza de intentar dormir y no conseguirlo, han desistido y han asumido que, pese a todo, ya era de día y se podían hacer cosas más provechosas que calentar unas sábanas en balde.

A las siete y cinco estaba ya dentro de las piscinas municipales Armand Noséqué, aunque también es cierto que no he aguantado demasiado ahí dentro, que mis capacidades físicas están más que mermadas respecto de la última vez. Me planteo esto, sin embargo, como justo lo contrario de lo que ha sido hoy, como un acto más rutinario que otra cosa, un poco a poco, día a día y, al salir de la piscina, volver a casa y sentarme a desayunar tostadas con mermelada leyendo El País y el Diario de Mallorca. Supongo que, echo en falta mis vacaciones de playa y sol en N'Aladern o en Carrer Neptú.

Tuesday, 8 February 2011

Del curioso camino de una postal.

Lo cierto es que una postal verde de persianas mallorquinas con los bordes recortados con tijeras de niño no es la postal más frecuente que uno se puede esperar. Y, aún con todo, mi espera día a día al abrir el buzón ha sido larga y temerosa de no llegar a ningún puerto. Resulta curioso ese momento de esperar algo que quizás ya ha llegado o que igual no llegará jamás. Así, a las tres o cuatro semanas de vida de dicha postal yo hice el camino inverso que debería haber hecho la propia, esperando que, a mi regreso, la encontraría ya fuera del buzón en mi habitación de París.

Nada más lejos de la realidad, mi regreso a París se vio marcado por el sol y la carencia de esas persianas mallorquinas, de un verde profundo. Dicho así, parece que pudiéramos encontrarle algún significado casi teleológico, aunque es mucho suponer. El presupuesto de la pérdida por Correos o por La Poste inundó cualquier concepción acerca de la postal y me permitió olvidarme de ella, salvo por alguna rémora de ida y vuelta y alguna reprimenda al remitente, que me acusaba de haber dado mal mi dirección. Posible, pero poco probable, la facilité de nuevo ahora sí cerciorándome de que estuviera correctamente.

Nada me hacía creer que hoy, 8 de febrero, dos meses después, la chica española del 5º, Erasmus también, subiría las escaleras para preguntarme si la postal era para mí, que había estado en su buzón desde entonces y, al no llevar nombre del destinatario, el cartero se había equivocado.

En el tiempo que la postal ha ido de Palma al 67 del Boulevard de Vaugirard de París y ha subido del 5º al 7º han pasado dos meses y yo he atravesado cuatro veces el Mediterráneo para ir a Palma.

Tuesday, 1 February 2011

En vela.

Desvelado, a altas horas de la madrugada parisina. Fría, lo sé, aunque sin rocío en la ventana ni hielo en los tejados. Aún cálida la podemos creer, hoy que ha salido el sol. Y, sin embargo, sigo en vela. Demasiado café para mis tardes y demasiadas ganas de aprovechar, por fin, las mañanas. Aunque las tardes son, para variar, más que productivas. Paseos gélidos y largas charlas alrededor del sixième arrondissement. Hay que decir, sin embargo, que no es mi culpa la pérdida de tiempo en mis mañanas, sino del insomnio que ni tengo ni admitiría tener. Y es que, en cierto modo, París te cambia el horario y no porque me emborrache y salga de fiesta día sí y día también, que no es, ni por asomo una realidad –quizás mucho más un mito–, sino por eso de tener un horario universitario mucho más laxo, que, en el fondo, me permite pendulear por la cama hasta bien entrado el mediodía –sin que, por ello, tenga graves conflictos morales– y claro, después cualquiera me acuesta temprano.

Soy consciente de que esto suena a excusa y, en buena medida, lo es. No obstante, no por admitirlo intentaré justificarme una vez más. Es de noche, sí, he intentado dormir, también, no lo consigo, pues es más que evidente y, además, me atrevo a pensar que lo mejor que puedo hacer es acabar de escribir esto e intentar dormir. Bien seguro que a las tres y media me duermo.
Sea como sea, mañana me levanto temprano, y no lo digo como bueno hábito al que acostumbrarse, pues tengo clarísimo que madrugar no es algo positivo per se, ni siquiera aconsejable.

Sunday, 12 December 2010

Sí.

Cuatro, cinco horas de sol. Sol, sí. Y vuelta a ser de noche. Aunque la noche se llene de luces, de colores, todos los carteles de neón que anuncian una brasserie o un café-tabac, que anuncian una Navidad que, me huelo, será más efímera de lo deseada. El mar se atisba allá a lo lejos del calendario, el Sol de Palma en la muralla. Aunque debería admitir que el Sol en París resulta mucho más especial, por eso de su ausencia y lo inesperado que resulta un día claro.

¡Y qué día tan bueno hace! Da para salir a pasear con la melena al viento de París, en una rive gauche que cada vez me gusta más. Montparnasse deviene centro neurálgico de mi vida, de un París-mágico con conciertos en Sciences Po, charlas entorno a glühwein y escenario de todo mi Portfolio de teatro. La verdad, no hay nada que me guste más que sentirme productivo y trabajar exhaustivamente, y salir a pasear bajo el sol, tomar un café y volver a trabajar, y que me guste lo que estoy haciendo, creérmelo y empaparme de ello, porque me gusta lo que hago. Y no hay nada que me guste menos que tener que hacer aquello que no me gusta.

Monday, 1 November 2010

París-desconeguda.

Resulta curiós pensar que el París d'abril de 2010 i el París d'avui, d'ahir i de demà són dues ciutats totalment diferents. I ho són amb qüestions tan poc banals com és l'orientació en els carrers, la manera d'ubicar-se. Així, avui dia, és totalment diferent. Els carrers que abans pujaven, ara baixen i els que van perpendiculars són paral·lels. I així anem fent, integrant un plànol al cap, integrant 14 línies de metro i 15 de les cent i pico línies de bus que hi ha.

Clarament de l'abril de 2010 recordo Jean-Luc, una cervesa a Belleville, una sessió de jazz al Centre Cultural Txec, l'Anna, papallones a la panxa i una molt bona becaina al Louvre. Avui dia, París esdevé una ciutat pròpia que no deixa gairebé marge per al turisme. Em proposa una rutina parisina que m'agrada i em permet perllongar el no fer res, però, al mateix temps, em nega una presència investigadora i descobridora de la ciutat.

Ara bé, cal dir que no em queixo en pensar que, igual que a Barcelona vaig tenir nits al MACBA, aquí n'he tingut al Pont des Arts. En tornar d'Istambul, París torna a ser París-desconeguda.

Monday, 11 October 2010

Goguel bis.


La Iglesia del Saint-Sulpice se divisa allí al fondo desde la sala Goguel Bis del 56, rue des Saints-Pères. Si te fijas bien, la cúpula que se ve es la del Panteón. Creo que ciertamente no podría ser mejor el aula donde hacemos teatro. Bien es cierto que tiene una columna en medio, como en Binicanella, pero nos manejamos con ella, incluyéndola en el espectáculo. Lo cierto es que me alegro de la elección –y lo digo como si de dicha elección dependiera la calidad del curso–.
El Workshop de teatro me permite sentarme en el suelo de la Goguel Bis –nota del escritor: querría ver cómo es la Goguel normal y averiguar quién fue–, algo que no es extremadamente frecuente en París, salvo si es el césped del patio entre el 27 y el 56 durante los primeros días de curso –y esta semana climáticamente extraña– o los tablones de madera del Pont des Arts, frente al que acabaré cediendo y asumiendo que es un buen puente y, quizás, el mejor de París.

Por otro lado, me obliga a vertir toda mi sangre artística –que no es mucha– en proyectos que todavía no sé si llegarán a buen puerto. Y no me sienta mal el asunto, pues me obliga a enfocar mis trabajos académicos desde otros puntos de vista. Incluso me planteo elaborar algo para el co-cumpleaños de Manuel, aunque eso está por ver, porque ahí sí que importa llegar a buen puerto (si es posible Mediterráneo).

Estoy convencido que, dentro de tres llamadas, estaré todavía más contento. Gracias a Bell, evidentemente, al lado de allá y a mis propias obligaciones anímicas.

PD. Me congratulo de haber evitado hablar del tiempo en este post. Algo ya demasiado recurrente, igual que el precio abusivo de la cerveza y el café –salvo en Juanchito, restaurante Colombiano donde el mejor café de Juan Valdés cuesta un euro, sea con leche, cortado o solo-.