Por suerte, he dejado de esperar momentos, reconocimientos y personas. Una vez más me armo de valor, de mi más grande yoidad para irme con los primeros rayos de sol. Y me fastidia enormemente no tener la capacidad de describir gráficamente el cruce de las calles de Sagrera y Baixada de la Sagrera y lo excesivamente contradictoria que es esta ciudad, lo exageradamente por terminar que puede llegar a estar. Como si todo pudiera ser provisional, como si no se entendiera o se llegara a entender lo consevadoras que somos las personas y lo rápido que asumimos las cosas provisionales.
Cómo pega el sol en el puente-desconocido de Calatrava en Barcelona, el de Bac de Roda Sin duda no sale en los folletos de propaganda. No es tan famoso como otras obras suyas –y no me sorprende porque a nadie parece importarle una mierda esta parte de la ciudad– ni atraviesa ríos caudalosos. Como mucho vías de tren y obras del AVE. Peor lo tiene el Puente del Trabajo, que ni es Calatrava y lleva lo mismo debajo. No obstante, ambos reúnen entorno a 50 personas para ver el avance de las obras. La parroquia de Sant Martí de Provençals es otra de las grandes razones. Y sin ser espectacular, en absoluto, es apasionante verla y pensar en la historia de este lugar, y cómo a su alrededor, Sant Martí de Provençals ya no existe, sino que todo son pisos de 20 plantas de los años 60 rodeando una plaza con iglesia del siglo XV. Y queráis que no, esto, es apasionante y siento repetirme, pero ojalá fuera capaz de describir visualmente o, en su defecto, haber llevado la cámara para la ocasión.
La barra del pan para comer por el camino. Por la tarde toca cumplir. Durante un momento me he visto otra vez en casa en la mesa estudiando y he decidido que tampoco esperaré a que la concentración se me aparezca, que prefiero subir a Guinardó a ver las mejores vistas de la ciudad y estudiar en la biblioteca del Guinardó-Mercè Rodoreda la primavera de Praga.
Cómo pega el sol en el puente-desconocido de Calatrava en Barcelona, el de Bac de Roda Sin duda no sale en los folletos de propaganda. No es tan famoso como otras obras suyas –y no me sorprende porque a nadie parece importarle una mierda esta parte de la ciudad– ni atraviesa ríos caudalosos. Como mucho vías de tren y obras del AVE. Peor lo tiene el Puente del Trabajo, que ni es Calatrava y lleva lo mismo debajo. No obstante, ambos reúnen entorno a 50 personas para ver el avance de las obras. La parroquia de Sant Martí de Provençals es otra de las grandes razones. Y sin ser espectacular, en absoluto, es apasionante verla y pensar en la historia de este lugar, y cómo a su alrededor, Sant Martí de Provençals ya no existe, sino que todo son pisos de 20 plantas de los años 60 rodeando una plaza con iglesia del siglo XV. Y queráis que no, esto, es apasionante y siento repetirme, pero ojalá fuera capaz de describir visualmente o, en su defecto, haber llevado la cámara para la ocasión.
La barra del pan para comer por el camino. Por la tarde toca cumplir. Durante un momento me he visto otra vez en casa en la mesa estudiando y he decidido que tampoco esperaré a que la concentración se me aparezca, que prefiero subir a Guinardó a ver las mejores vistas de la ciudad y estudiar en la biblioteca del Guinardó-Mercè Rodoreda la primavera de Praga.
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