Saturday 6 February 2010

Di viernes.

Salí de casa, cantando en el ascensor, sin darme cuenta que tras de mí la chica del ático también estaba en el recibidor, que se estaba descojonando de mí y que ese era el momento justo para dejar de cantar. Y cogí la bici por Ribes hasta el Arc de Triomf, Pujades y Comerç, donde se puso a llorar. El niño todavía con chupete se puso a llorar mientras el globo rosa se quedaba en medio de la intersección entre Picasso y Pujades, sin que ningún coche se atreviera a arrollarlo, aplastarlo ni siquiera rozarlo y yo, con mi bici precaria y con ganas de hacerme el duro, el héroe o qué sé yo, me metí entre el tráfico para devolverle el globo. Ahí quedó toda grandeza de la tarde, pues todo lo demás se limitó a tomar un café en el Raval y dar un paseo por el Gòtic. Me congratula pensar que, además, me encontré a Montevideo-Toronto en mitad de los puestos de flores de La Rambla. Ahora, por suerte para ella, no la suelo llamar así, igual que yo no soy Palma-Barcelona.
A todo esto, el jueves estoy en casa. Diremos que por fin.

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