Seguí andando por el pasillo y, en vez de encender la luz, me puse las gafas. Pensé que, así, con ellas, todo sería más claro o, por lo menos, más preciso, y bueno, supongo que así lo hubiera sido de no haber estado la casa en completa oscuridad. Y, de repente, luz, y más y más luz, y de aquí y de allí y, sin saber ni cómo ni cuándo, las gafas se me cayeron al suelo y, pese a la luz, todo era confuso y borroso.
Pero esta vez no llegó nadie para pisar las gafas y hacerlas desaparecer del mundo, por suerte. Me agaché, las recogí y continué hacia el baño. Me duché y me fui al centro. Silvia, así se va a llamar a partir de ahora para mí, me sirvió el Marabans que tomamos y nada, lo demás fue seguir disfrutando de la mañana, uy no, que habíamos quedado que la casa estaba en completa oscuridad.
Pero esta vez no llegó nadie para pisar las gafas y hacerlas desaparecer del mundo, por suerte. Me agaché, las recogí y continué hacia el baño. Me duché y me fui al centro. Silvia, así se va a llamar a partir de ahora para mí, me sirvió el Marabans que tomamos y nada, lo demás fue seguir disfrutando de la mañana, uy no, que habíamos quedado que la casa estaba en completa oscuridad.